martes, 18 de octubre de 2011

Limbo

Se cree que cuando alguien muere, el motor que le daba vida o la esencia o lo que sea a lo que le llaman alma, sale por los poros del cuerpo, o en un último suspiro y se eleva o desciende (al paraíso o al infierno, según la vida que haya llevado).
Las acciones buenas que hagas se pesan en una balanza contra las malas y eso determina tu acceso al paraíso... bueno, más te vale obrar bien, u obrar mal, porque cuando el día del suma y ajuste llega, existe la remota posibilidad de quedar justamente en medio del cielo y el suelo, de lo bueno y lo malo, del bien y el mal, y estás destinado a permanecer eternamente en tu cuerpo. Inmóvil, bajo la tierra o convertido en cenizas ¡Por toda la eternidad!
Yo soy (o era) Raúl Montes de Oca, un tipo ni rico ni pobre, más bien de clase media, pero no media alta, ni media baja, sólo clase media. Viudo, viví 68 años con mi ahora viuda Raquel Inclán de Montes de Oca. Pobre de ella, cómo me extraña. Lo sé por que habito en la misma casa donde antes vivíamos. No pudimos tener hijos, ella es estéril debido a un accidente a caballo que sufrió a los 12 años. Doce años son muy pronto para saberte incapaz de crear vida.
El primer mes me lloró todas las noches, despertaba y también en las mañanas me buscaba a su lado, y al ver que no me encontraba dormido al lado suyo, rompía en llanto de nuevo. Yo trataba de que no se sintiera triste, de hacerle saber que no estaba sola, que por cuestiones tal vez administrativas, aún mi esencia se encontraba en el mundo de los vivos, pero ella no sentía, no sabía. ¿Cómo hacerle saber que mi cuerpo no era yo? que sigo siendo yo quien ahora es invisible para el mundo. Éste, y no el otro, es el infierno. Ver sufrir a las personas que más quieres, sentirte solo por habitar en un mundo donde eres de celofán, y ni eso, porque el celofán se puede tocar. Ni de viento, porque el viento se percibe al levantar las hojas en su camino. Ser nada, saberse nada. Me volvería a morir si pudiera, un pecado o una acción buena sería la diferencia. No volver a ver sufrir a mi amada, ni a mis hermanos, o peor aún, no ver que a tres años de muerto estoy en el completo olvido. Falleció ya mi hermana mayor, Mónica. 73 años de edad. Insuficiencia Renal fue el diagnóstico. Y así va a pasar, voy a presenciar la pérdida de todos y cada uno de los que habitan en este planeta, en este mundo, por tiempo indefinido. Bastante desgraciada fue mi vida, pero no se compara con mi muerte, ni con lo que ahora soy. Una acción, buena o mala... y no estaría en el eterno Limbo.

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