martes, 1 de noviembre de 2011

¿No coopera para mi calaverita?

Ya los escucho. Al final de Octubre, más vale llenar de provisiones la alacena, de cualquier dulce o fritura que encuentres en el mercado, y no vayas a salir sin llevar contigo al menos 10 dulces, no necesariamente de los más grandes; porque cuando vienen los niños a pedir, si no contribuyes a la causa de llenar de dulces la calabaza de plástico, puede que te hagan... ¡Travesura!
He reforzado mi puerta con doble cerrojo (por si intentan tirarla a empujones), he ido a comprar dulces por kilo y he abierto al primer llamado a la puerta, con el tazón de dulces en mano para tener contentos a los cientos de disfrazados que desfilan por las calles de Boulevares pasadas las 6 de la tarde acompañados de padres, hermanos, amiguitos igualmente vestidos como monstruitos. Hordas de zombies de no más de 15 años.
Lo que me falló fue no haber cargado dulces en la calle, porque ayer al acercarse tres pequeños a pedirme golosinas, no tuve más que decirles que no, lo que provocó que el mayor de los tres ¡me rociara con una pistola de agua un chisguete en la nariz! Razón suficiente por la cual, en el momento que escribo estas líneas, me encuentro fatalmente enfermo y con un dolor de garganta mortal.
Anyway, this isn't Halloween. Esto es Día de Muertos, así que al diablo(ito) los dulces (literal). Llegando a mi casa, pondré la tradicional ofrenda a los seres queridos que yo, y toda mi familia extrañamos porque partieron al inframundo. Que vengan sus almas a celebrar ahora que ofrecemos sus alimentos favoritos, que pronto seré yo quien reciba de la descendencia mi tan amado pan de muerto y mi botella de tequila.

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